EL DESEO
IV El vacio de mi útero
Escuché en un podcast de la nicaragüense Martha Debayle, algunos testimonios de mujeres que por decisión propia decidieron no ser madres y el movimiento NOMO (not mothers), que hablaron sobre una investigación realizada en 25 países sobre el perfil de las mujeres que estaban eligiendo no concebir y encontraron que detrás de esta tendencia se encuentra la Teoría de las preferencias, es decir, las mujeres que se detienen a reflexionar, priorizar y elegir qué es lo que quieren para su vida, tras lo cual descubren una identidad femenina que no se centra en la maternidad. “Yo no renuncié, yo escogí”, es su lema.
Rara vez pensamos a las mujeres que no son madres como ejemplos de vida. Si no es que han hecho una gran proeza o conquistado alguna montaña, no las vemos. La periodista argentina Bibiana Ricciardi en un artículo sobre el tema se pregunta, si las mujeres que sí son madres eligieron serlo. ¿Lo hicieron libremente? ¿Qué tanto pudieron realmente evaluar la posibilidad de no serlo?

Los colectivos de mujeres disidentes, pone en el centro los deseos. ¿Deseo tener hijos? ¿no deseo tener hijos? Imaginar un proyecto de vida que queramos vivir, es un privilegio actual que nos ofrece la posibilidad de ser congruentes con una misma, de soñar cosas imposibles, de elegir nuestros deseos latentes.
El deseo es lo más móvil que tenemos, se dispara para un lado y tiene toda la potencia para que eso pueda llegar a ocurrir, pero también es muy lábil. Por ejemplo, la doctora en ciencias sociales Eugenia Zicavo, dice que ella ha ido decidiendo no ser madre en distintos momentos y supone que será algo que seguirá decidiendo, pues “no se trata de una elección cerrada porque ningún deseo lo es”.
Son tiempos hermosos para ser mujer.
Lo más trágico de la situación es que no hay nada que lamentar, llorar para pertenecer o crear asociaciones para superar el trauma. Es decir, concretamente no tengo cáncer sino la posibilidad de él y me estoy haciendo responsable en hora buena para no llegar a ninguna quimio o algo parecido, tampoco he perdido un hijo sino la posibilidad de concebirlo y sólo en estadísticas porque los milagros existen, pero a raíz de esta situación, estoy reconfigurando mi consciencia desde las posibilidades que me enseña mi cuerpo.
Hoy mientras caminaba al atardecer, venía a mi mente este pensamiento que ha madurado en pocas semanas, notaba como me movía con tanta seguridad y confianza al saber que, con la decisión más tácita de priorizar mi salud, atender la llamada de mi cuerpo y no ser madre, estaba completa, no estaba esperando a nadie para formar la sagrada tríada, ni buscando al hombre correcto padre de mis hijos. No digo que esto no me parezca bello y que admiro con ternura a las mujeres que lo pueden hacer, sino que de repente tal decisión me liberó de una cárcel emocional que ni sabía que estaba. Cuando hablaba sobre esto con un amigo en voz alta, nos pintamos cómo sería una vida sin hijos: seguir viajando ligeros y meditativos, compartir espacios tranquilos, amplios y luminosos, llenos de arte y libros, tener tiempo para crear. No es egoísta, es Liberador.
Ayer envié mensajes a tres grupos de mujeres contando un poco mi reciente experiencia y preguntando su opinión sobre maternar y la relación con la creatividad. Ahora me siento un poco incómoda de haberlo dicho en voz alta, pero no lo puedo ocultar. Entiendo este proceso como una llamada de atención, de una manera visceral la vida me está volteando la mirada y mostrando otra vida posible: la mía. La de poner en el centro del escenario mi actividad creadora.
Tener referentes femeninos actuales nos ayuda a confiar en la posibilidad de que tomar un camino diferente, no es promesa de cometer el error más grande de la vida. Es crucial que conozcamos más y más mujeres que nos dejen ver la fortuna que ganamos al elegirnos a nosotras mismas. Esos modelos de mujeres han sido críticos en mi vida ¿por qué no habrían de serlo para otras?
Encontré una entrevista a Elizabeth Gilbert, mi autora favorita, que me inspiró muchísimo y quisiera subrayar algunos temas importantes. Ella habla de ser honesta y contar tu verdad, por más doloroso que parezca (Virginia Woolf dijo lo mismo) porque todas las otras opciones son incluso peores, las describe como el octavo círculo del infierno. Gilbert ha sido una mujer y artista que, tras años de seguir el tren de la fantasía, tuvo el coraje de romper esa experiencia y elegir minuto a minuto, la mujer que quiere ser. ¿Y qué hizo? En su best seller Comer, rezar y amar, Liz cuenta sobre el matrimonio feliz que había construido, y la idea de formar una familia que la atrincheraba de miedo en el baño, cuando su amiga Sheryl le dice: Di la verdad, di la verdad, di la verdad.
¿Qué significa entonces decir la verdad? Hay movimientos internos casi incontrolables, susurros de imágenes en sueños, eventos fortuitos, encuentros inesperados. Hubo una o muchas veces en las que, aunque había tomado cada decisión de estar donde estaba, no me sentía honesta con la vida que llevaba. He encontrado que residir en mi verdad primero empieza por traer la mente a casa, por habitar el silencio para que surja la calma, ni siquiera necesito saber cómo o qué voy a hacer, pero confiar que el sentimiento presente me vaticina un horizonte diferente.
En el budismo, las verdades son entendidas como la realización que condujo a la iluminación del Buda (ca. 563 – ca. 483 a.C.) y fueron la base de sus enseñanzas. Se dice que las experiencias meditativas son fugaces, como la niebla de la mañana, mientras que la realización última es inmutable como el cielo.
Todo el camino budista está dedicado a tal entrenamiento. Se busca eliminar primero el velo creado por los estados mentales aflictivos. A medida que nuestros oscurecimientos se vuelven cada vez más transparentes, a medida que nos condicionamos cada vez menos por nuestras tendencias habituales, las causas del sufrimiento disminuirán y nuestra sabiduría se profundizará para poder ver las cosas como son.
Muchas piezas de mi vida se están desencajando para dar espacio a mis propias piezas. ¿Qué sucede si no participas en la reconfortante orbita familiar? ¿Qué sucede si te sales del círculo? A mí me encantan los niños, pero ¿Qué pasa si no tengo hijos?
La escritora-viajera comete una doble transgresión: la de viajar, y la de escribir. Recuerdo una mañana helada en el altiplano, pedaleaba cuesta arriba por un camino de arena y piedra, mi cuerpo entrenado subía con cadencia la montaña, mis manos hinchadas, maltratadas agarraban con fuerza los puños de la bicicleta. Todo mi cuerpo me comunicaba la sensación unánime de satisfacción y esfuerzo, la absoluta plenitud que devino en un llanto gozoso de saberme haciendo lo que quería hacer en ese momento.
Tomar consciencia de nuestro cuerpo, de sus sensaciones y de su postura, nos ayuda en la toma de decisiones ¿sigo o me detengo? ¿me quedo o me voy? ¿esto me gusta? Nuevamente, ¿Cuál es mi postura en el mundo?
Me reconozco en el comentario de Lucie Azema cuando dice que, todas las mujeres viajeras creyeron y creen en la posibilidad de otro lugar, todas tienden hacia una libertad intransigente, todas rechazan ser asignadas a las obligaciones vinculadas a su género. Y todas tuvieron que romper las cadenas presentes a su alrededor, pero también en su interior. Es en esto que buscan ser libres de viajar, pero también libres para viajar.
Lo que acaban de leer se llama sanar un dolor psíquico y también físico a través del arte.
Queridos lectores,
Como anunciaba en la primera entrega de esta serie “El vacio de mi útero”, esta crónica fue escrita hace ya dos años y me tomó todo ese tiempo dejarme compartirla.
Tras el diagnóstico, empecé un tratamiento desde la ginecologia natural, la terapia psicológica, el uso de hongos medicinales, el yoga y la escritura. Después de meses de retiro y concentración en esta sanación, me entregaron los últimos resultados de mis exámenes con la noticia de que las células dañadas habían sanado, las ginecólogas del hospital no podian creerlo y por supuesto me preguntaron que había hecho. Y como ven, no hay una sola respuesta, todos los caminos son no sólo posibles pero imprescindibles. Los eventos de una vida no están bien representados cuando intentamos medirlos en líneas rectas. El curso de la vida parece circular más que en un sentido estrictamente geométrico, en la manera en que un río nace en la montaña y quiere desembocar en el mar.
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